La comunicación ya no es vertical, ni ascendente, ni descendente. La RSC ya no es la bula papal de otros tiempos. En el futuro, es decir ya, ‘las empresas u organizaciones serán sociales o no serán,’ es algo que venimos escuchando por múltiples foros y canales.
Pero en el día a día nos topamos con una Infanta que llega con ganas y preparada a testificar según sus abogados y luego resulta que no pasa de un no sabe, no contesta o no lo recuerdo, en el mejor de los casos; mientras Valenciano habla de sí misma en tercera persona, aduciendo además que: ‘el partido manda a Europa a los mejores’ y Bardem sigue con un lenguaje que es tan tosco y abrupto como su rostro. O el pequeño Nicolás amenaza con ‘cantar’ y no aporta más que balbuceos. Es como si la actualidad, la comunicación que se deriva de ella, tirara millas hacia lo vacuo, lo fácil y llegados a ese punto, me quedo con el menor de los Trueba.
Sin duda, David Trueba ha sido todo un ejemplo de hombre tranquilo, paciente y en los últimos ‘Goya’ nos dio muestras de su ingenio, sutileza, educación y elegancia en sus palabras que no ocultaban veladas críticas, porque no hace más daño el que ladra o insulta sino el que te ofende con retardo, puesto que necesitas unos segundos para notar que su punzada te ha dejado herido de muerte.
Escuchando a este tipo de personas uno entiende entre gozoso y satisfecho que cuando el que gana es un perdedor, entonces, no todo está perdido.
Esa es la impresión que me dio Trueba, pero también me ayudó un descubrimiento que hice, el del gitano Enrique. Todo un hallazgo, merced a una revista digital, Verlanga, que publicaba un reportaje de dos artistas que gustan de plasmar sus obras en paredes desnudas. A uno de ellos, Txema Rodríguez, se acercó el gitano Enrique y enseguida conectaron. Poco más adelante el contenedor abandonado en un solar, en pleno polígono Vara de Quart (VLC), donde vive el gitano Enrique se convirtió en todo un ejemplo de street art. Y entendí que la cultura y el arte no sólo nos hacen más digna nuestra existencia, sino que la enriquecen y decoran con nuestros sueños e ilusiones.
David Trueba y el gitano Enrique, pese al abismo que los separa, han dejado de ser esos dos perdedores y disfrutan de un reconocimiento merecido. La misma sociedad que nos los presentaba con indiferencia ha querido ahora devolverles una visibilidad sincera. Y sinceros han sido ellos, baste escuchar los discursos de Trueba en la última ceremonia de los Goya, donde salió hasta tres veces, y nos regaló un alegato coherente, humilde e inteligente. O el propio gitano Enrique que nos invitó a visitar su container de diseño porque el día es muy largo y está solo, sin luz, ni agua, ni radio, ni TV, ni wifi, ni creo que sepa lo que es… Y le encanta recibir visitas y enseñarles su nueva decoración, hecha por unos ‘chavales mu majos’.
El arte y la cultura tienen esas cosas, crees que no te llenan el estómago, pero te alimentan el ego, te dan fuerzas para seguir, para mostrarte al mundo y seguir reivindicando lo que es justo. Y fue justo reconocer a personas/profesionales como Trueba, tras tantos años de nominaciones y justo devolverle ese sitio al gitano Enrique que la sociedad parecía haberle negado.
Me quedo, pues, con la comunicación reposada, una comunicación premium. Me quedo, también, del lado de los perdedores, porque soy uno de ellos, porque llevamos con elegancia la derrota y si algún remoto y lejano día ganamos, lo hacemos también de forma relajada, sin aspavientos, pero disfrutándolo por entero.