¡Salvemos el periodismo que aún queda!

La sangría en el gremio periodístico cada vez es mayor y los males que le acechan cada vez más numerosos, pero dejemos de echar la culpa a todo lo que se menea, por un segundo, y asumamos nosotros alguna. Es triste reconocer que la ausencia de corporativismo ha impedido que nos enfrentemos, al menos, en sintonía a una realidad que cada día que pasa es más cruda.

El periodismo, casi siempre, ha adolecido de una gestión empresarial cabal y seria, y los negocios si no son rentables, acaban por dejar de ser negocios. A los periodistas, también, les ha podido el ego de la exclusiva, algo que tuvo mucho sentido desde el inicio de los tiempos, pero no ahora, desde luego. Y eso ha impedido cierta cohesión. Claro que hay que desvelar desmanes, pero no dejen de informar en el día a día, porque existen muchos canales a nuestro alcance y el foco de la información ya no solo reside en los medios.

Y ahora me dirán, ya, pero los medios aseguran la veracidad. Pues sí, es verdad, la misma veracidad que muchas veces se ha difuminado en aras de una gruesa línea editorial. Qué quieren que les diga, echo de menos aquella Hoja del Lunes, por ejemplo, que se limitaba a informar de forma aséptica y además aseguraba el descanso en una profesión que nunca ha contado con un cómodo horario.

Ahora parece que los lectores o audiencias tengan que hacer una labor de filtrado informativa a la inversa porque muchas veces la información ya viene ‘opinada’ desde las redacciones.

Y luego está esa pléyade de tertulianos o cronistas, como algunos que se atreven a decir que el cierre de delegaciones es una estrategia centralista para que el hilo informativo no pierda su, por otro lado, tufillo mesetario… ¡Buf, discrepo! Porque de ser así es como constatar que los políticos, instituciones, el poder en sí, ha conseguido erosionar la función principal para la que los medios fueron creados: informar de manera veraz e independiente. Al tiempo que se asume lo perniciosa que es la política para el periodismo.

Me duelen muchas cosas de éste, aún así, apreciado gremio, tantas que podría alargar la columna como un rollo de papiro romano. Pero defiendo el valor de la información y la comunicación como funciones básicas y esenciales en un sistema democrático. Por eso, quizá ya el último cartucho que nos quede sea la creación de un colegio profesional que ejerza esa función de salvaguarda y escudo, por encima de un, hasta ahora, asociacionismo al que le faltan recursos y le sobra, en algunos casos, un innecesario poso ideológico.

La función informativa debe aspirar a vivir de sus lectores / suscriptores y si está perdiendo muchos, pensar cómo recuperarlos o ganar otros nuevos. Y los ingresos por publicidad deben mostrar un equilibrio entre lo público y lo privado. Y por cierto, el reparto de las campañas públicas debe ser tan ecuánime como riguroso, no arbitrario y sectario y cuando esto sucede, algo que seguimos viendo aun cuando cambian de color los gobiernos, perdemos todos. Pierde la sociedad, pierde el periodismo y se echa a perder el político.

Y llegados a este punto, empecemos a preguntarnos si el mal viene más lejos de Almansa. ¿Cuántas generaciones que vienen por detrás nuestro han crecido ya sin leernos (prensa), escucharnos (radio) o vernos (TV)? Hay otros mundos y parece que los periodistas y el periodismo seguimos sin reparar en ello.

Desde luego, esto da para mucho. Si tienen a bien seguirnos, seguiremos reflexionando, con el honesto objetivo de que el periodismo pueda seguir informando.           

Artículo de Pere Ferrer Sanchís, consultor en comunicación en Agua y Sal Comunicación, publicado en la edición de diciembre de El Periódico de Aquí. Podéis seguir las andanzas de Pere en Twitter e Ig.

Deja un comentario