Cuando la incertidumbre nos roba la vida

Un año de pandemia mundial con varios confinamientos y más de 70.000 personas fallecidas a día de hoy, me hacen reflexionar sobre la cantidad de veces que la incertidumbre me roba la vida. El presente. El hoy.

Empezamos con un miedo abismal y mucha sensación de pertenencia a la comunidad, a la sociedad, al mundo que se encerraba país a país de norte a sur y de este a oeste. Las noticias nos abrumaban mientras nos hacíamos una composición de lugar. La que podíamos después de haber vivido los años que fueran en un sueño que desconocíamos que lo era. Diez, treinta, cuarenta, ochenta años de vida sin pandemia y ahora llegaba un estado de alarma por alerta sanitaria. Prohibiciones. Mascarillas (¿recordáis que al principio ni había en las farmacias?). Y, de repente, empezar a mirar hacia dentro. Dentro de casa, de las personas con las que convivía, en el interior de mí misma.

Incertidumbre

Si hay una cosa que no he dejado de sentir, con mayor o menor intensidad, en todos estos meses es a incertidumbre. Ay, amiga, me haces de espejo cada día. ¿Cómo?, pensando si podré celebrar el cumple de nuestra hija con mi madre o no, andando por la calle me veo en marzo de 2022 yendo (o no) a un retiro aplazado por COVID-19 desde 2020.

Me pregunto si podremos viajar  con los niños este verano más allá de la Comunitat o si conseguiremos remontar las aulas de yoga presenciales que han quedado bajo mínimos en el estudio. Me pregunto si mi madre, los padres de Samuel y mis tías y tíos, que pasan los setenta, recibirán pronto la vacuna. Veo a Alfredo invitando a sus compis de clase a casa a jugar, no sé cuándo será, lo proyecto. Veo a las personas haciendo eventos, veo entre ellos entierros en los que la gente se abraza sin miedo. Me veo en un bar de tapas de Granada en el que no cabe un alfiler. Un concierto en un pub minúsculo. Me veo cantando en el coro sin macarilla y ensayando en un sitio cerrado. Reuniones con personas que se ven y se tocan.

Llevo regular mal no poder acercarme a las personas que más quiero. Y, sin embargo, soy una privilegiada.

Agradezco muchas cosas  cada día y entre ellas está el ser consciente de la vida que me roban en muchas ocasiones estos pensamientos. Los veo pasar, los cazo y les digo: «Seguimos sin respuesta a lo que me preguntas, te puedes ir». Entonces respiro hondo, pongo música y me voy a pintar con mi hija Julia. Y este momento no me lo robas, incertidumbre. Gracias por recordarme cada minuto que la vida es el ahora.

María de Quesada es periodista y profesora de yoga. En Agua y Sal Comunicación gestiona RRSS y crea contenidos, puedes encontrarla como @MariaDeQuesada en las redes.